
Este año la carrera prometía grandes momentos pero, por ahora, lo único cierto es que la sombra del dopaje es la única que acapara titulares, corrillos entre los equipos y malestar en los aficionados. El positivo por EPO del italiano Riccardo Riccò, subcampeón del paso Giro de Italia, la gran esperanza del país transalpino, del que se empezaba a considerar el gran heredero de Pantani supone un duro golpe al deporte de las dos ruedas y una importante crisis a nivel de imagen de un deporte donde los tramposos no tienen lugar. A los aficionados, a los que hemos corrido esto nos disgusta. El caso de Riccò no ha sido el único. Dos positivos más, por un lado el 'Triqui Beltrán y por otro de Moisés Dueñas ofrecen una doble lectura de la situación del ciclismo. Por un lado, el gran trabajo de la la Agencia Francesa de Lucha contra el Dopaje y su afán por hacer de este deporte algo grande donde se juegue limpio y sin trampas. Por otro, la lectura que hay más de un profesional que no se toma el ciclismo en serio, que corre como tal pero que le importa un comino este deporte. A estos estafadores hay que vetarlos porque no aman este deporte, porque les da igual. Un profesional que vive de esto y que sabe cómo está la situación en un deporte que vive sus horas más bajas, no puede permitirse hacer tonterías de este calibre. Comparto la idea de amigos míos en los que hay otro deportes en los que el dopaje está más protegido o que no se toca por el beneficio económico que genera. Estoy totalmente de acuerdo que las autoridades deberían medir a todo el mundo por el mismo rasero. Pero a mí me preocupa el ciclismo, porque lo quiero, porque lo siento, porque sólo el que se ha subido alguna vez encima de una bicicleta y ha corrido más de 100 km sabe de lo que hablo. El ciclismo está por encima de todos y el Tour de Francia siempre estará allí pero sólo para los que tengan ganas de correr sin trampas. Al resto, hay que vetarlos por una única razón: no sienten este deporte.
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