Relax en la Isla del Flower Power

Largos kilómetros de playa, aguas cristalinas, atardeceres increíbles y fiesta, mucha fiesta hacen de Ibiza un lugar al que hay que ir para observarlo con los propios ojos. Llegué a la isla el pasado viernes 8 y permanecí en ella cuatro días. Un buen amigo de facultad, Víctor, me invitó a pasar unos días en su casa así que para allá que fuimos. Lo primero que te viene a la cabeza es que estás ante una isla pequeñita, a poco más de 30 minutos de Formentera en Ferry y gente por doquier. Mucho extranjero pero también mucho producto patrio, en todas sus ramificaciones;

desde el macarra más colocado hasta el multimillonario más petulante pasando por las celebrities de turno del país.
En Ibiza perderse por infinidad de lugares recónditos es lo más inteligente que podemos hacer. Desde calas desconocidas donde ver atardeceres geniales hasta los pubs y discotecas de moda como Pacha, Keeper, Kilómetro 5, etc... En Agosto, Ibiza concentra en sus 530 metros cuadrados a gente de todas partes con lo que los reencuentros con conocidos se suele suceder... y es que el mundo, muchas veces, es un pañuelo.
Moverse por la isla en coche es sencillo si se huye de la ciudad. Durante estos cuatro días he estado rodeado de montañas, naturaleza y tranquilidad, mucha tranquilidad. La casa estaba en Santa Eulalia, a 20 minutos de Vila y rodeado de verdes y frondosos bosques.

Como buena ciudad turística goza de una nutrida gama de restaurantes, algunos más caros que otros. Paseando por el puerto encontramos restaurantes de todo tipo, algunos 'relaciones públicas' te paran agresivamente mientras paseas para que te sientes en sus sillas pero no hay nada como una buena recomendación: Pinoccio.

Pedro, buen amigo de la familia, y responsable del negocio hace una pasta italiana, unas pizzas y unas ensaladas que están para chuparse los dedos en un ambiente acogedor y rodeado de gente guapa. Ibiza: sol, relax y fiesta.